sábado, 2 de octubre de 2010

segundos

…perdemos el tren. No. Sí. Taxi. No. Sí: lo cogemos.

Tocamos. Buen concierto, por suerte.

Suena el teléfono y sigo en la cama:
-lo tengo: ¿a qué hora llegas?
-No lo sé.
-¿Lo vuelco?
-Quiero escucharlo antes.

Volvemos a Madrid. ¿Salimos? Deberíamos, pero no. Sí. No. Sí: más o menos. Pero mañana ensayamos a las 11 porque a las 15h estamos grabando. O mejor ensayamos pasado, y mañana subimos el vídeo y el tema.
-Mejor nos llamamos luego.

Tocamos el domingo, pero resulta que no, pero si abren el garito sí, pero al final no lo van a abrir, así que no; tocamos el martes y el domingo aprovechamos para grabar y ensayar con Medelia.

El miércoles pillamos un puto Supra y vamos a Barna, o si no vamos el jueves en avión, o a lo mejor no puedo ir, pero supongo que sí:
-¿Y Carol no vuelve en coche?
-A lo mejor.

Todo bien, o incluso mejor, pero en realidad lo que me apetece es irme tres o cuatro días a Figueres a conocer a una desconocida.

Y todo bien, pero estos días tengo que tocar Bicho sin parar y se me revuelve lo poco que me queda de alma, y lo mucho que me sobra de corazón.

Es jodido cuando empiezas a dudar de la inocencia de los que te rodean, porque te hace dudar de tu propia inocencia, y siempre he pensado que la inocencia propia es algo sagrado.

1 comentario:

  1. Que locura, aunque sin eso que nos queda...,totalmente de acuerdo, la inocencia no debería perderse nunca, muchas veces me tachan de inocente como si fuera malo serlo, se equivocan.

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