Ayer desperté desnudo sobre una cama de carbón, en una habitación oscura con vistas a la mina. El carbón duele; y quema.
Cuando los pilares que te sostienen se derrumban, ya no puedes vorlver a caer. Aunque el dolor está en las nubes, en la luna, amenazando desde arriba. No puedes huir. El dolor está en el Ave; en Atocha sin compañía.
Pienso en Oliveira y en la Maga; pienso en todo lo que no se escribió sobre ellos; Pienso en como él le acariciaba el pelo mientras los demás hablaban de soledad, en los juegos de cartas con finales sin ropa; en los viajes que habrían hecho junos si a Rocamadour no le hubieran ganado la partida los fantasmas. ¡Pobrecito! ¡pero cómo iba a ganar si tan solo era un crío! no le dejaron crecer, y no pudo defenderse.
Hoy la realidad es una pesadilla, pero como tal, solo dura un instante. Después te despiertas, sudando. Quizás estés desnudo en una cama de carbón, pero sabes que solo es un paréntesis; una calada tóxica; un trago desagradable. Cuando el carbón se consume en llamas ya no puede volver a arder, y ya no queda carbón, ni pesadillas. Entonces todo está limpio.
En mi libro, Rocamadour gana la partida.
No me preguntéis por qué, pero sé que Oliveria y la Maga, junto a Rocamadour, habrían ido a Cuenca. Estoy seguro.
No sé en el vuestro, pero en mi libro el capítulo 7 está repetido. Y no; no es ningún error de imprenta.
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Yo me encuentro los capítulos de Rayuela en cualquier esquina de mi vida. Algunos se repiten.
ResponderEliminarSobre todo los inicios, creo que de ahí no me muevo. Eso de 'andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos'...